Sacar la estética de la política

En el último ensayo que he publicado, insistía en la vinculación profunda que existe entre la identidad en general, y las identidades colectivas en particular y la estética. Esta última es la responsable principal de la creación de identidades, que son sujetos colectivos o individuales, simbólicos. La identidad como sujeto simbólico no se sostiene fuera del marco estético. También empezaba a perfilar la idea de que la política está impregnada de estética, hasta el punto de ser ya pura estética. Y en este punto llegamos a la situación del presente, en la que la esfera de la estética ha substituido ya por completo a la política hasta hacerla desaparecer. #reflexiones #política

Me gano la vida investigando sobre el papel de la estética como una forma de conocimiento del mundo desde el ámbito de la educación artística, entre otras cosas vinculadas a esta área de conocimiento. De esta forma, como observador analítico, he percibido claramente como la política ha evolucionado, anulando su esencia primigenia y convirtiéndose en un modelo determinado de estética. Aunque se trata de un modelo estético burdo, casi como si una IA estúpida se hubiese tragado a la fuerza todos los seriales B de las televisiones comerciales del mundo y ahora escupiese los resultados de esa fusión indigesta e imposible.

La política del presente, no difiere en nada del juego estético de los partidarios o asistentes a un partido de futbol, por poner un caso de estetización máxima de una actividad física. Que básicamente, en eso consiste el deporte de competición, en estetizar la actividad física. Los votantes, ya no se rigen por razones de gestión respecto a la esencia de la política, que es la de garantizar la justicia social en todas sus ámbitos. Esto, es lo único que puede justificar la existencia de un estado y la cesión de soberanía que la ciudadanía ejerce hacia las personas que acceden al gobierno temporalmente. En una democracia, claro. El Estado que no es capaz de garantizar esto, no tiene razón de ser ni de existir. La democracia consiste en una cesión de poder en busca de un bien común. Si ese bien común se perfila hacia clases dirigentes, grupos concretos, o clases sociales adineradas, la existencia del Estado no se justifica, insisto.

El problema del momento actual, avezado por los instrumentos socializadores de masas del presente, que son espacios ideales de estetización, ha convertido la política en pura estética degradada. Aunque se trata de un modelo de estetización anestésica y no vital, dado que el concepto entraña, como todo concepto complejo, muchas dinámicas diferentes. La política se ha diluido, ha desaparecido, en pos del espectáculo de partidarios y detractores de equipos, con sus colores respectivos y todo. Al igual que en los equipos de futbol profesional, el que tiene más dinero de partida, tiene más papeletas para llevarse el trofeo, que en este caso depende de la obtención del favor de partidarios, convertidos en fanáticos seguidores que visten los colores de su equipo. Para obtener ese favor, la política ha dedicido jugar en el campo del espectáculo y olvidar que su papel es hacer política, y esta siempre, siempre es aburrida, que nadie os engañe. Los medios y sus servidores, se convierten en los garantizadores de la diversión y los políticos van a programas a ofrecer diversión, y la política pasa a ocupar los programas de entretenimiento, frente a lo que debemos aplicar la regla máxima: si es divertido, no es política.

Pero para hacer la política divertida, y renunciar, por tanto, a ella, se empieza a substituir la reflexión y el juicio crítico, por los tuits, los titulares, la búsqueda de líderes estúpidos, profundamente estúpidos y completamente ineptos para la política, pero a su vez, dominadores profundos de la estética anestésica que es la antítesis de la gestión política. Esto ha llenado los escenarios políticos, de bufones de poca monta y muchas patologías y han convertido la política mundial, en una batalla estética, también la guerra es pura estética del terror, no lo olvidemos. De esta forma, han matado la política. Han desvirtuado la enorme importancia de la estética y han pervertido y empeorado nuestras vidas. Pero nosotros parecemos encantados de participar en ese macabro juego de consecuencias muy previsibles.

La política, la política de verdad, debe estar asociada a la gestión. A una gestión estimuladora en defender que la vida social, en todas sus dimensiones, puede desarrollarse en libertad y justicia social, sí eso he dicho. La política de verdad, está condenada a ser gris, aburrida, imperceptible. La mejor política es la que no se percibe, pero está ahí, cuando las cosas funcionan, y los problemas se resuelven por los cauces establecidos. Cuando la política gris y aburrida, se dedica a revisar que esa justicia funciona, que el tejido social sea capaz de resolver por sí mismo muchos de esos problemas, es cuando todo fluye de verdad. Los políticos no pueden ser estrellas de cine, o payasos de circo subiendo a escenarios a proclamar estupideces con cara de posesos. Los políticos dialogan, moderan el discurso, porque jamás deben ser protagonistas, tratan siempre de encontrar la mejor solución y la mejor opción, teniendo claro que deben ser personas al servicio del bien común. Los ciudadanos tampoco pueden pretender, en este punto, ser tan ingenuos e irresponsables como para pensar que la política debe solucionar todos nuestros problemas. Muchos los saben, afortunadamente, y se ponen a trabajar en el tejido social común de mil formas posibles, cosa que nos salva habitualmente de la incompetencia del político bufón. La clase política que interesa, es la que no hace ruido, pero construye desde la gestión del bien social.

Estoy harto de políticos mesiánicos, de la política estética, de los discursos de odio, y me preocupa que los defensores de convertir la política en estética diabólica, pueden llegar a gobernar la Unión Europea y acabar con todo. Pero los estetas diabólicos no han venido a hacer política, ni siquiera conocen que es la gestión, que evidentemente les aburre. Son fanáticos de la destrucción, del odio, de la mutilación. Sueñan con ser los protagonistas de su propia película de terror. Así que mucha responsabilidad respecto a la cesión de nuestro voto en las próximas elecciones, y que no nos extrañe ver arder nuestras casas, mientras ellos y ellas, aquí no hay distinción de género, se regodean en su psicopatía de la belleza que les supone observar nuestra destrucción, aunque también suponga la suya, como Nerones contemporáneos tocando el arpa.

No olvidemos una cosa: ¿Qué era sino el nazismo más que una gran escenografía de estética diabólica y de destrucción nihilista? Recuperemos la política del aburrimiento y alejemos cuanto antes la estética de la política, o será ya tarde para apagar el incendio.

Foto: Clown disc, Espey and Daly's Hi-Land mini golf, 7011 Chippewa, Saint Louis, Missouri (LOC). The Library of Congress. Flickr Commons.

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© Ricard Ramon RSS

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